Creo que nunca asimilo que un blog no es para jugar. Si he de hablar de mí, lo haré. No hay expectativa alguna, quizás sólo hablar y ver si me aclaro algo.
Me encuentro en una estapa donde lo increíble se hace presente. ¡vamos! no tan increíble, es lo más natural, pero se me hacía irreal, por lo que hoy... es tan Sólo increíble. Sigo en la fraudulenta metodología de qué es el amor. A veces, tengo la respuesta(s) concreta(s) y sigo sin más darle vueltas. Pero, el día de hoy, hablando con una pseudoamiga, logré despejarme un poco y, por poco, entender lo que ha sido mi pausa en el sentir y doblar cada situación. Ella me explicó: "Lo que pasa es lo siguiente, escucha, esto es lo que yo creo y así es como lo entiendo; tú primero debes conocer a una persona e ir viendo en el camino cómo es, ver sus mañas y lo que le gusta, aunque suene un tanto planeado, debes ver si son algo compatibles o si piensan cosas parecidas ¡claro que no todas! pero algunas. Luego, comienzas a querer a esta persona y a conocer más a fondo sus defectos, en ese entonces, es cuando te pones a prueba y te preguntas si todo lo bueno que te da, es mayor a eso que te desagrada o, diciéndolo a secas, si tú eres capaz de soportar eso que te desagrada o estás dispuesto a querer esa parte también... es recién ahí, cuando puedes decir que lo amas". Dijo esto, y quedé con varias conclusiones inconclusas, porque para aclararlo, debo dirigirme a preguntar a la persona involucrada, cosa que me es imposible, por el tiempo, por los sucesos y por su tolerancia. Es difícil hablar sobre sentimientos sin usar palabras categóricas. Cómo hablar de algo tan tuyo sin sentirlo así. O, peor aún, hablar de ello de tal forma como si fuese una película, con tus versiones y opiniones de ella. Supongo que es el riesgo que corres cada vez que te expresas, sin embargo, esta vez, para mí, es letal. Creo, lo correré. No tengo palabras para describir lo que siento al oír al hombre que amé del otro lado del teléfono, gritando y montando un drama digno de sitcom colombiano chanta por personas chantas. Armando y gritando a criterio de otros, que felices ríen y hablan a su alrededor, una imagen de ofuscado y marchitado por mí. Reclama consideración, reclama consideración... ¡consideración! Yo respondo que se considere, ya que yo me estoy considerando. Pregunta, de manera vil, si lo que pido es que él me considere, que no es justo [...] -STOP-. Vuelvo a explicar que no a mí, que a él mismo. Comienza su discusión digno de teleserie paraguaya, donde dice que yo soy quien no se preocupa de él, a lo que replico que lógicamente no, hace bastante que nuestros caminos se han separado. Entonces, me destierra de todo, luego de un te odio amado, sigue con la frustración y yo ya no logro entender nada. Nacen sus actitudes de niño rebelde y acciones absurdas, las que lamentablemente hacen que toda preocupación contenida por mí desaparezca, porque me aterra esa actitud, donde algo que le parece de suma importancia pase luego a un juego de desquite fatal. Se molesta si no me alejo, pero es un ogro si logro hacerlo. No esperaré a que las aguas se calmen y calmen todo alrededor. Debo seguir. Mis ojos de huevo frito parecen aún estar friéndose y es hora de sacarlos del fuego. Estoy harta y cansada. Harta del teatro montado por quien amé, harta de sus maniobras; ser sensible cuando llora al teléfono pidiendo ser escuchado, estando solo en su habitación -quizás- y del monstruo que es cuando hay gente cerca, donde grita y hace parecer que hago de todo porque esté mal. Quiero que avance y fin. Es una situación "inefable"... lo recuerdo, de verdad lo recuerdo.
14 de abril, 2009. Valparaíso.