martes, 5 de enero de 2010
¡listo! Lo último que me faltaba... que mi mamá me comprara un cobertor de color amante a mis emociones. Hace bastante tiempo que habíamos hablado de uno que combinara conmigo -¡qué tan difícil puede ser!-, era hora de dejar a mickey mouse atrás, nunca me había preocupado el cobertor de la cama... Sólo esa vez que tuve un juego completo de cama con minnie mouse de protagonista; el primer día que mi cama se disfrazó estaba yo esperando con ansias que la luna llegara para meterme a dormir. Con todo el orden posible; sábanas estiradas, cojín en su punto medio y yo, yo recostada en la mitad, con mis manos simétricamente alineadas... era tanta la emoción que desperté en el mismo lugar y nada movió mis brazos. Recuerdo a mi mamá esa mañana en la puerta de mi pieza al encender la luz, reírse porque su hija era una estatua.
Desde entonces, creo que no le he dado importancia...aunque siempre he creído que el cobertor da un toque de plenitud a la pieza. Creo que, a pesar de no importarme, me he imaginado encima de distintos colores, probando cuál de ellos me haría sentir más cómoda.
Ahora, temo que tanta corazonada me lleve a circunstancias que realmente no deseo. Desde hace mucho que no me encontraban esas emociones de escribir -y no lo que escribo precisamente ahora-... A veces, cuando esos deseos me atrapan, corro a por un lápiz y un papel y luego comienzo a dar vueltas y a encontrarme. Otras, simplemente me quedo ahí donde me encuentre y disfruto la sensación de que algo bueno podría ocurrir si me levanto y hago lo primero que suelo hacer... pero es tan bueno lo que se siente, que sólo me aferro a esa libertad de sentir y me quedo quieta, cierro mis ojos... Al rato podré arrepentirme por no escribir diciéndome que ya volverá ese impulso en otra ocasión.
El punto es que desde que llegó este cobetor a mi pieza quiero escribir a cada rato y esa sensación que venía de vez en cuando, está a cada momento... ni siquiera me deja disfrutar el sentimiento que me da. Ya ni sé si lo que escribo tiene sentido alguno o es sólo una explosión de algo que no pertenece a mí. Los días soleados están presentes -quizás no deba culpar al sol- y me llenan de pensamientos, ciertos o no, y desencadenan en exquisiteces de imágenes, las que espero haya vivido -o viva en algún momento- o visto en algún lugar... para no pensar que son irreales.
No es la gran cosa... creo que la simpleza y posible banalidad en la que puedo caer al contarlo me ha traído a este lugar. Por lo menos el Duque disfruta de él... ahí está, completamente entregado al color, riéndose porque él sí está descansando mientras yo escribo perdida.
¡Para colmo combina con mis cortinas!
Desde entonces, creo que no le he dado importancia...aunque siempre he creído que el cobertor da un toque de plenitud a la pieza. Creo que, a pesar de no importarme, me he imaginado encima de distintos colores, probando cuál de ellos me haría sentir más cómoda.
Ahora, temo que tanta corazonada me lleve a circunstancias que realmente no deseo. Desde hace mucho que no me encontraban esas emociones de escribir -y no lo que escribo precisamente ahora-... A veces, cuando esos deseos me atrapan, corro a por un lápiz y un papel y luego comienzo a dar vueltas y a encontrarme. Otras, simplemente me quedo ahí donde me encuentre y disfruto la sensación de que algo bueno podría ocurrir si me levanto y hago lo primero que suelo hacer... pero es tan bueno lo que se siente, que sólo me aferro a esa libertad de sentir y me quedo quieta, cierro mis ojos... Al rato podré arrepentirme por no escribir diciéndome que ya volverá ese impulso en otra ocasión.
El punto es que desde que llegó este cobetor a mi pieza quiero escribir a cada rato y esa sensación que venía de vez en cuando, está a cada momento... ni siquiera me deja disfrutar el sentimiento que me da. Ya ni sé si lo que escribo tiene sentido alguno o es sólo una explosión de algo que no pertenece a mí. Los días soleados están presentes -quizás no deba culpar al sol- y me llenan de pensamientos, ciertos o no, y desencadenan en exquisiteces de imágenes, las que espero haya vivido -o viva en algún momento- o visto en algún lugar... para no pensar que son irreales.
No es la gran cosa... creo que la simpleza y posible banalidad en la que puedo caer al contarlo me ha traído a este lugar. Por lo menos el Duque disfruta de él... ahí está, completamente entregado al color, riéndose porque él sí está descansando mientras yo escribo perdida.
¡Para colmo combina con mis cortinas!
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