lunes, 25 de mayo de 2009

Necesito un voto para botarlas.

Debo botar cosas. Hay espacios que debo llenar con otras cosas o, simplemente, dejarlos vacíos.
Tengo agendas del año de la pera, de verdad, ya no sirven de mucho. Hay Pascualinas, Pablo Neruda, Chippie, Alquimia y una que otra que realmente jamás cumplió su función. Desde el año pasado que he pensado en deshacerme de todas esas cosas que son parte del pasado y que tenerlas sólo sirve para seguir estancada. ¿cómo hacer para botarlas? Fácil, tomarlas y al basurero; es entonces cuando las vuelvo a reconocer, abro la tapa y las hojas escritas me amarran. Pienso "debo pasar todo en limpio", pero la verdad es que no quiero, deseo dejarlo todo ahí. Así mismo me sucede con cosas "Xs": un globo con corazones blancos, una cebra que venía en alguna sorpresa, el motivo de uno de los tantos moños que tuve de niña, una carta de una amiga, una pluma de un pavo real de aquel verano... y la lista puede seguir. Voy decidida a dejarlos, mas los toco y vuelvo al recuerdo, las imágenes. Entonces, me asusta la idea que al desecharlos se vayan estos recuerdos también, ya que no fue hasta el momento que tuve estos objetos en mis manos que recordé la razón de que sigan ahí, quizás si no los tengo más, no volveré a recordar; en otro caso, es mejor dejarlos, así no recuerdo. Pero este no es el caso. Creo que mi afán por mantener estas cosas, no es tanto por recordar, recordar ha sido algo que descubrí después de comenzar a coleccionar estas cosillas especiales. Mi afán ha ido más de la mano por esa alegría que me da al descubrir cosas de mi mamá, cuando ella era niña, adolescente y todo aquéllo que me perdí de su vida. Lo mismo me acurre con cosas de otras personas -de edad (giggle)- que quiero, buscando cosas que de un antes me den pistas para entenderlas en un ahora; albumes de fotografía, cuadernos, accesorios y cartas. Me adelanté a la satisfacción de cualquier sobrino/a y/o hijo/a de un futuro. Pero es el hecho de volver al pasado lo que me molesta. Quiero tener sensaciones de momentos no tan lejanos, no deseo refugiarme en esos que ya tuvieron su momento y por motivos no planeados se quedan aquí y vuelven al presente por accidente. Quiero sentir y crear recuerdos a cada instante pero se me agotan las características para dejarlos guardados en la memoria. Como ahora, ya es tarde y aún no he terminado de leer un material que debo exponer y manejar. No lo he hecho porque las circunstancias de los días anteriores no me han dejado, pero aún así intento no olvidarme de mí, me recuerdo. Intento darme el tiempo para estar con quien deseo estar.
Hace un rato estaba tirada en mi cama, luego de leer algo y mi pequeño y viejo perro me ladraba para que yo lo subiese a ésta. Luego de un rato de ignorarlo, lo miré. Estaba en su cama amurrado; como ya casi no oye ni ve, moví los brazos con intenciones de que percibiera las sombras y ¡bingo!, me vio. Lo tomé en mis brazos y lo puse en mi cama. Todo regalón vino hacia mí. Lo miré y tomé ese momento como recuerdo. Casi todos mis amigos lo alejan, debido a su hocico apestoso, en el que sólo se asoman los cuatro colmillos, porque ya nada más le queda de dentadura. Sonrío, yo lo quiero igual. El Duque ya pasó los ocho o nueve años donde persona que lo veía, decía :"¡uy! ¡qué chiquitito! ¿cuántos meses tiene?" a los segundos después me decía que le quedaba poquito, que cuánto iba yo a sufrir cuando muriera y esas cosas. Ahora tiene trece años y ya no dicen que le queda poco, o no lo creen o ven que los días del final están cerca; pero él sigue siendo regalón y despierto, sólo que más viejo. Ahi está, dormido en la cama sobre mi diccionario, se ve tan pequeño y, así y todo, sigue ocupando la mitad de mi cama... y se dobla como un bebé. Hay tantos momentos que sólo uno contempla y quisiera compartirlos.
Recuerdo cuando estaba trabajando en Durango y tomaba el bus en las mañanas. Hubo una, donde pensé en un antes, en las tantas veces que me vi sola, viajando y con imposibilidad de ver a mi mamá y a quienes quiero tanto. Cuando antes lo pensaba me encantaba esa idea, pensaba que estando tan lejos realmente me alejaría y tomaría riendas para un yo que, supuestamente, antes no tenía -mal pensado como tal-, pero la verdad fue que la sensación era horrible. No era tan lindo como mi imaginación lo pintaba. Saber que las horas seguirían y que, por más que quisiera tener un segundo para ver a mamá o a quienes quiero a mi lado, éste no existiría dentro de un buen tiempo, me ahogaba. Hubo muchos momentos que al estar lejos tuve la necesidad de extraer imaginariamente a personas de sus planes veraniegos para llevarlos a mi pasaje, por no decir todos los momentos. Creé varias imágenes con ellos.

Estoy amarrada a estos objetos. Creo que de verdad no sé qué hacer... dejarlos o botarlos.