Y es que sucede que de pronto puedes ver un antes y un después. Y no vamos a decir que un antes y un después de un año, porque el año no comenzó un 1 de enero ni terminará un 31 de diciembre, no obstante, aquel hecho no da ventaja alguna sobre el transcurso de ese extraño y antisocial concepto llamado Tiempo. Digamos que el año comenzó un Abril y terminará un Mayo cualquiera. Que antes de aquél día todo era viejo, planeado, despedida, último; y, luego de este antes, todo era nuevo, esperado, vivido, carpe diemmitisado -palabra inventada-. Entonces, me queda un sólo sentir. El antes y el después se rigen por el período de tiempo abril-mayo (pertenecientes a distintos años), y serán parte de esos años que hace rato están estancados esperando ser recordados o mojados. Y, ¡paf! ¡qué sorpresa! Ya distingo en cuatro meses un antes y un después tan marcados que se me hacen irreconocibles -dentro de cuatro meses... ¡cómo es posible, si todavía son parte del presente!. Pero los tengo en mis manos, los palpo y abrazo.
Estoy contenta.